Cómo afrontar una entrevista de trabajo (parte III)
/Si ya habéis leído ¿Cómo afrontar una entrevista de trabajo? (parte I) y ¿Cómo afrontar una entrevista de trabajo? (parte II), tendréis muchos más recursos para poder afrontar una entrevista de trabajo con probabilidades de éxito. Sin embargo, quizá notéis que nuestra querida amiga ANSIEDAD sigue a nuestro lado dándonos por saco. En esta última entrada vamos a contaros cómo podéis reducir vuestra ansiedad antes de una entrevista de trabajo.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que el objetivo es reducir la ansiedad, no eliminarla. Aunque los niveles altos de ansiedad conllevan mucho sufrimiento y una mayor facilidad para cometer torpezas sociales, niveles moderados de la misma nos facilitan superar con éxito situaciones sociales difíciles. La ansiedad, aunque es un incordio, realmente es una emoción que nos sirve para adaptarnos a nuestro entorno.
¿Cómo reducir nuestra ansiedad?
La mejor forma de reducir la ansiedad es enfrentarnos a los miedos que la provocan. Por una vez en la historia, el cine tiene razón en algo relacionado con la psicología.
Normalmente, cuando algo nos genera ansiedad tendemos a evitarlo. Esto dificulta que podamos superar la ansiedad. Cuando nos enfrentamos a entrevistas, sólo acudimos a las que realmente nos interesan. Si tenemos ansiedad, esto puede ser un error. Lo mejor que podemos hacer en un periodo de búsqueda de empleo es hacer entrevistas sin parar. Incluso echar solicitudes a empleos que no nos interesen, sólo por el hecho de conseguir la entrevista para poder practicar y exponernos.
Aprender de nuestra propia conducta
Además, al hacer una entrevista que realmente no nos interesa, iremos con menos ansiedad. Podemos aprovechar esto para autoobservarnos para saber que conductas hacemos cuando estamos relajados e intentar llevar algunas de ellas a las entrevistas más importantes. Podemos fijarnos en conductas tales como:
Automanipulaciones: cuando tenemos ansiedad a veces tendemos a liberarla, rascándonos, tocándonos la cara, el codo, la barba, el pelo, etc. Lo mejor es que las manos estén encima relajadas y sólo moverlas de manera que acompañen a lo que decimos verbalmente.
Expresión: una expresión amable con sonrisas frecuentes nos ayuda a ganas simpatía percibida.
Mirada: tenemos que intentar mirar a la otra persona a los ojos (si nos es difícil podemos mirarla al entrecejo). Si miramos mucho al suelo o a otra dirección, podemos mostrar inseguridad o hacer sentir a la otra persona que no le estamos mostrando atención. Una estimación adecuada sería mirar a la persona aproximadamente un 70% u 80% del tiempo.
Postura corporal: también puedes observar qué postura corporal tienes en una entrevista de trabajo con menos presión. Seguramente tengas una postura más relajada, con los hombros menos tensos y el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante. Si estuviésemos nerviosos, quizá mostraríamos agitación con los movimientos del cuerpo o movimientos rápidos y repetitivos con las piernas. Aunque, cuidado con relajarse demasiado, estar repanchingados en la silla también sería inadecuado.
Velocidad del habla: utiliza el tiempo que necesites para expresarte. Lo importante no es hablar rápido, si no hablar con claridad y en un tono de voz adecuado. Evitar atropellar las palabras y tener un tono de voz demasiado elevado o demasiado bajo.
No te preocupes demasiado por tener que parecer natural en una entrevista. De hecho, las entrevistas son un contexto en el que no hay que ser naturales, hay que dar una buena imagen. Si fuésemos demasiado naturales estaríamos como en nuestra casa, con los pies en la mesa, comiendo chetos y eructando. Es un contexto artificial en el que, como es lógico, actuaremos de forma artificial. Con no mostrarnos excesivamente tensos o ansiosos es suficiente.
Ojalá seguir nuestros pasos te ayude a pasar de quejarte por no tener trabajo a quejarte por trabajar demasiado y deseando hacer un break para el coffee.
Por último, recuerda que estas son conductas que aumentan nuestras probabilidades de éxito. Eso no quiere decir que debamos introducir todas a la fuerza. Lo importante es conocer que existen y cómo funcionan, para introducir con naturalidad las que podamos.
Rafael Gil Ortega
Psicólogo general sanitario colegiado con número M-36161. Graduado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y máster en Psicología General Sanitaria por la misma universidad. Actualmente estoy cursando el doctorado, en el seno del cual investigo los procesos de comunicación y cambio de actitudes, así como la influencia del perfeccionismo sobre los mismos. Compagino todo esto con labores de docencia en el Grado de Psicología de la UAM, donde imparto materias de perfil social.