Las emociones negativas o displacenteras, incluida la tristeza, son algo natural que todos experimentamos en algunos momentos de nuestra vida. Generalmente se trata de una respuesta pasajera ante ciertas circunstancias o situaciones desagradables, problemáticas o que simplemente no se ajustan a lo que esperábamos. Dado que nuestra vida no siempre es ideal, es normal que en ocasiones experimentemos sentimientos de tristeza, desesperanza, angustia, etc.

Las dificultades surgen cuando la tristeza o el malestar son excesivamente intensos, frecuentes, prolongados en el tiempo o nos impiden realizar una vida normal y funcional, hasta el punto de llegar a renunciar en ocasiones a nuestros planes u objetivos vitales o a no vernos con fuerzas para hacer frente a nuestras tareas y responsabilidades cotidianas. Cuando esto sucede, solemos hablar de depresión, un término que simplemente denota que nuestra tristeza, desesperanza o falta de energía e interés por lo que nos rodea ha alcanzado un punto en el que interfiere con nuestra vida cotidiana o nos genera un sufrimiento excesivo.

Esto puede suceder por motivos muy diversos. A veces, nos puede costar asumir ciertos cambios, grandes o repentinos, en nuestra vida y adaptarnos a nuestra nueva situación (p. ej., una separación, el fallecimiento de un ser querido, la pérdida del empleo o un problema de salud). En otros casos, nos resulta difícil visualizar objetivos que nos ilusionen y nos muevan a la acción. Otras veces nuestro día a día nos resulta agotador y poco gratificante, con lo que nos desencantamos y nos “quemamos”. También puede suceder que sintamos que no conseguimos avanzar porque nos faltan ciertas competencias para conseguir aquello que queremos, como por ejemplo habilidades para relacionarnos socialmente o conseguir pareja, para mejorar profesionalmente o conseguir otro trabajo que nos ilusione, para poner en práctica ciertas aficiones con las que disfrutemos, etc. En otras ocasiones, nos resulta difícil la convivencia con las personas de nuestro entorno, ya sea porque el propio contacto con ellas nos hace sentir mal, o sentimos que nos obliga a vivir una vida que no nos satisface, o porque nos sentimos aislados o poco “conectados” con nuestro entorno. En realidad, las circunstancias concretas que pueden llevar a una persona a deprimirse son muy variadas, por lo que poner solución a este problema requiere un análisis individualizado del problema y de la persona.

En algunos casos, la persona con depresión se siente abrumada y paralizada con su situación y no ve ninguna salida ni ninguna solución. En otros, las personas experimentan una intensa frustración, ya que aparentemente no hay nada concreto que vaya mal en sus vidas y, sin embargo, no consiguen deshacerse de esa sensación continua de malestar. 

Si te encuentras en esta situación, te animamos a pedir ayuda. Es posible que tengas dificultades para identificar la causa de tu malestar o que consideres que no hay ninguna forma de cambiar tus circunstancias o de sentirte de otra manera. Es normal que te sientas así, sin embargo debes saber que un profesional, debido a sus conocimientos y a su perspectiva objetiva, puede ayudarte a encontrar soluciones y a desarrollar estrategias para conseguir sentirte mejor y enfrentarte de otra forma a tus dificultades, sean cuales sean tus circunstancias vitales. Si es otra persona de tu entorno quien está experimentando estas dificultades, te animamos a leer este artículo con algunas recomendaciones.

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