La familia es uno de los núcleos sobre los que se sustenta la vida de muchas personas. En ella nos desarrollamos y contribuimos al desarrollo de los demás miembros, ya sean nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros hermanos, etc. Sin embargo, precisamente por el papel tan importante que desempeña en nuestras vidas y por las relaciones tan estrechas que existen, con frecuencia es el seno de muchos conflictos y dificultades. De este modo, la familia para algunas personas deja de ser una fuente de apoyo, autoestima y aprendizaje y se convierte en una fuente importante de sufrimiento.
En algunos casos, las dificultades se deben a la falta de habilidad de uno o varios miembros para comunicar sus necesidades o deseos de manera asertiva. A veces ciertos miembros se “encierran” en sí mismos, dejando de cooperar o de relacionarse con los demás. Otras veces, ciertos comportamientos problemáticos de algunos familiares generan grandes tensiones y problemas que afectan a otros miembros y que deterioran la convivencia. En otros casos, la familia establece normas muy rígidas de funcionamiento que entran en conflicto con los valores o la “forma de ser” de algunos miembros.
Sea cual sea la causa del conflicto familiar, un análisis individualizado de la situación puede ayudar a proporcionar las herramientas necesarias para manejarla, ya sea desarrollando la comunicación, aprendiendo a gestionar los conflictos que surgen y a establecer límites para favorecer una convivencia armoniosa, ayudando a los miembros a encontrar un equilibrio entre la pertenencia familiar y su desarrollo personal, etc.