El ser humano precisa de los demás para satisfacer gran parte de sus necesidades, desde las más básicas, como la alimentación, hasta otras más secundarias pero no por ello poco importantes, como el ocio, la pertenencia a un grupo o el desarrollo de la autoestima. Por este motivo, las personas solemos dedicar muchos esfuerzos a aprender a relacionarnos socialmente y a cultivar nuestras relaciones ya sean de amistad, familiares, de pareja, laborales…
Sin embargo, para muchos relacionarse eficazmente con otras personas y sin pasarlo mal en el intento supone un importante desafío. Ya sea porque se sienten torpes o no saben cómo actuar en ciertas situaciones o porque pese a actuar adecuadamente tienen sentimientos de incomodidad, ansiedad o vergüenza que les impiden disfrutar de estos momentos o les llevan a evitarlos activamente, con lo cual sus oportunidades y momentos gratificantes se ven seriamente limitados. En ocasiones, nos sentimos demasiado dependientes de las relaciones con los demás y nos cuesta disfrutar de manera independiente.
A algunas personas esto les sucede en contextos específicos (p. ej., en el trabajo, relacionándose con el sexo opuesto, en situaciones grupales, etc.), mientras que otras personas tienen dificultades más generales que se manifiestan en cualquier situación social.
Las habilidades sociales, al igual que cualquier otro repertorio de habilidades, se aprenden a lo largo de la vida y es posible mejorarlas y adaptarlas en cualquier momento, si se emplean las estrategias adecuadas para ello. Además, es posible cambiar ciertos patrones de pensamientos que nos llevan a angustiarnos en estas situaciones o a no disfrutar de ellas, de modo que no solo nos sintamos mejor en sociedad sino que nos relacionemos con más éxito con las demás personas.
Por ello, si experimentas dificultades en tu relación con otras personas en cualquier área de tu vida, no dudes en solicitar a un profesional que te ayude a potenciar tu desarrollo social, pues te abrirá muchas puertas.