Si bien cada relación de pareja es diferente, pues está formada por personas que también son diferentes, todas ellas tienen en común la decisión de dos personas de compartir parte de su vida y de su intimidad. Esta decisión conlleva, como cualquier otra, ventajas e inconvenientes. Por una parte, permite compartir y disfrutar con otra persona, crecer y apoyarse mutuamente. Al mismo tiempo también conlleva la aparición de algunos conflictos, ya que es natural que dos personas tengan puntos de vista, necesidades, criterios y preferencias distintos que deben ser tenidos en cuenta y negociados. Además, a lo largo de la vida y de la relación, las características de las relaciones van variando y sus miembros deben ir adaptándose a ellas, pues los desafíos que conlleva una relación que se está iniciando son diferentes que los de una relación de larga duración, y ciertos hitos vitales también afectan directamente a la relación, como son el inicio de la convivencia, los hijos, la enfermedad de alguno de sus miembros, dificultades económicas y un largo etcétera.
Teniendo todo esto en cuenta, es natural que las personas atraviesen períodos más complicados en sus relaciones de pareja y que no siempre tengan los recursos necesarios para afrontarlos satisfactoriamente. Además, hay que tener en cuenta que no se trata de dificultades que una persona pueda resolver por sí misma, sino que es necesaria la cooperación entre ambos miembros de la pareja. La cantidad de mitos y prejuicios que existen en nuestra sociedad acerca de cómo “debe ser” una relación de pareja o cómo deben comportarse sus miembros no facilita el que cada persona encuentre el lugar en el que se siente feliz y cómodo en su relación de pareja única.
Algunas de las dificultades más comunes a las que se enfrentan las personas con respecto a sus relaciones de pareja son las siguientes:
Dificultades para resolver y negociar conflictos y para tener “discusiones” constructivas o tomar decisiones conjuntas.
Celos, intentos de control o desconfianza en la pareja.
Faltas de respeto, llegando en algunos casos a los abusos verbales y físicos, que merman la autoestima y la dignidad de los miembros de la pareja y pueden llegar a poner en riesgo la integridad psicológica y física de alguno de ellos o de ambos.
Dudas acerca del futuro de la relación. Dificultades para decidir si se desea continuar con la relación o romperla.
Afrontar situaciones de separación, infidelidad u otro tipo de dificultades o situaciones dolorosas en la pareja.
Negociación de las tareas en el hogar y adaptación a los cambios de rutinas (p. ej., tras un cambio laboral o el nacimiento de los hijos).
Dificultades sexuales o en la comunicación amorosa entre los miembros de la pareja.
Si sientes que hay algún aspecto de tu relación de pareja que no es como te gustaría, te hace sufrir o no sabes qué decisión tomar, consulta con un profesional que pueda ayudarte, de manera individual o en colaboración con tu pareja.